martes, 15 de septiembre de 2009

El Segundo Capítulo

Lo que me gusta de este mundo es que nunca sabes qué podrás encontrar. Así bien, ahora les doy a leer el segundo capítulo en borrador de "Tania y el extraño mundo de la calavera". Sigo editándolo, a tropezones, gracias al trabajo y centenas de proyectos entre dibujos y cuentos...pero bueno, algún día.
Tan sólo espero verlo ALGÚN DÍA en la vitrina de una librería.


-Diario Dos-
Ella, la chica nueva


Es tiempo de comenzar en serio con esto si es que quiero terminar pronto. A eso del tercer día de clases, ingresó a nuestra sala una chica de lo más extraña. Tenía el cabello morado, bien oscuro. Los ojos grandes y púrpuras y la piel un poco más blanca que la mía. Puede que eso no sea para tanto, pero el hecho que parte de su cabello tapara la mitad de su cara, en especial su ojo derecho, era de notar. Además que usaba un pinche de un cráneo muy bien hecho. Su mirada no mostraba ni la más rebuscada expresión y sentía algo de ella. Algo extraño que me era muy difícil de explicar en ese entonces.
- Es gótica – me dijo Amalia – La chica nueva es gótica.
- Parece serlo, pero no creo que lo sea en extremo.
- Si, no tiene cara de extremista. Pero el hecho que tenga ese color de cabello y ese color de ojos.
- Pueden se heredados – la interrumpí – como los míos.
- Es posible, pero esa calavera en su pelo llama mucho la atención.
La profesora pidió el habla y la presentó ante el curso.
- Ella es Nadia Espectre y será desde ahora su nueva compañera de clases.
La chica saludo con una sonrisa. Parecía agradable y ser una buena persona. Nadie se dio cuenta ni ese día ni nunca de lo que en realidad era.
- Ve a sentarte, Nadia. – le ordenó, amablemente la profesora – Después tendrás tiempo de familiarizarte con las demás. Ahora estamos muy atrasadas en la materia y no tenemos tiempo que perder.
Se dirigió a un puesto vacío no muy atrás de mí y se sentó. Las chicas que la rodeaban no tardaron en dirigirle la palabra con simpatía, pero la profesora les ordenó que se callaran. Parecía estar molesta ese día, pero su profesionalismo ocultaba tal emoción y siguió con la clase.
- Es hora – comenzó a decir – Ahora escriban lo que les dictaré. Serán como unas cuatro hojas aproximadamente las que llenarán hoy y seguiremos la próxima clase.
Los lamentos y rezongas de algunas se hicieron notar y Amalia no las dejó atrás. A la profesora se le dibujó una vena en la frente y las hizo callar forzosamente. Era de esperarse que Amalia fuera una dura luchadora y, gracias a ella, la profesora nos castigó con una tarea de cinco hojas para mañana. Como eso no le simpatizó de ninguna manera a nuestra loca amiga, de inmediato comenzó a decir palabrotas que pudieron empeorar la situación si yo no le hubiera tapado la boca a la fuerza, junto a otras tres compañeras que me prestaron ayuda. Fue así que dejamos a la muy necia amarrada en su silla, con la boca tapada y sólo con una mano libre para que pudiera escribir lo que la profesora dictaba.

Cuando salimos al recreo, todas mis compañeras fueron tras de la chica nueva. No es que ella fuera popular entre todas, sino que era una tradición en nuestro colegio el saludar y conocer a fondo a cualquier persona, aunque esta fuera un plomazo contigo. Ella se veía sonriente y muy feliz. Yo no conocía muy bien a los góticos, pero a los que había tenido la oportunidad de ver los había encontrado raros y extremistas en el uso del color negro. Ella no se veía así, ni siquiera sabía si era gótica como Amalia indicó, pero una atmósfera de curiosidad me llegaba cuando la miraba y quería conocerla. No sé, tal vez ser amigas, como finalmente sucedió.
Como era el primer recreo, no me preocupé mucho por hablar por primera vez con ella, aunque me hubiera gustado. Las demás chicas la rodeaban y hablaban entre sí. Era una jaula de cotorras. Amalia permaneció al lado mío y estábamos sentadas bajo un árbol. Ella estaba comiendo un sandwich de queso, mantequilla y jamón mientras yo estaba entretenida masticando una pera.
- ¿Qfé estáf mifando, Fania? – me preguntó con el menjurje en su boca.
- Trágate eso y luego habla – le ordené.
Como si hubiera tragado un camión, su garganta emanó un singular sonido.
- Ahora sí, ¿Qué estás mirando?
- A la chica nueva - le señalé – Debe de estar cansada de parlotear tanto con todas ellas y, como es nueva, debe de ser un poco tímida para comunicarse.
- Pues yo no lo veo así. Parece que Nadia se está llevando muy bien con todas.
- ¿Crees eso?
Ella no contestó y se quedó completamente quieta masticando lentamente su sandwich. Escupió de pronto lo que tenía en la boca y se levantó estrepitosamente.
- ¡Eso es! – exclamó – ella tiene la misma terminación en su nombre que nosotras. Por lo que debemos reclutarla en nuestro círculo de amistades – me dijo palmoteando mi espalda y provocando que escupiera lo que estaba comiendo – En el segundo recreo actuaremos. Pero no pudimos hacer nada porque aún no se despegaba de las demás mujeres. Amalia estaba a punto de explotar, pero la reconforté diciéndole que esperáramos hasta la hora de salida y así poder hablar más tranquilamente con Nadia. Ella aceptó aquella idea, un tanto enojada. Por otro lado, yo estaba aliviada de que no hiciera otra escena como en el local de videojuegos.

Al salir de clases, Amalia me sujetó de mi brazo que aún tenía las marcas de la otra noche y me obligó a correr detrás de ella.
- La vi voltear por aquí – me decía en el camino – Estaba sola así que es nuestra oportunidad, ¡Vamos, apúrate!
Prácticamente no era necesario porque ella literalmente me llevaba volando detrás de sí como siempre ha sido desde que la conocí. Siempre me ha hecho volar detrás de ella. Cuando estábamos en primero básico, ella me pidió que conociera su casa; accedí con la petición de que llegáramos temprano para que yo pudiera llamar a mi mamá para que no se preocupara. Se lo debió de haber tomado muy en serio porque el trayecto que a paso normal y calmado dura veinte minutos, con su gran velocidad y fuerza de piernas, llegamos en tres minutos. Cuando se detuvo yo estaba tan despeinada como cuando despierto cada mañana o incluso más.
Me llevó por aquel pasaje donde la vio virar y la encontramos caminado ya por la mitad. Iba tranquila cargando su mochila de color morado y silbando.
- ¡Espera! – le gritó Amalia.
Nadia volteó y se sobresaltó al ver a Amalia correr tan ferozmente y a mí volar a sus espaldas. Sin pensarlo dos veces y tan rápida como pudo, corrió escapando de nosotras.
- ¡Espera, te digo! – le ordenaba Amalia.
- ¡Ya déjenme tranquila! – nos pidió ella.
Esa era sin duda una estúpida forma de romper el hielo con otra persona. Corrió y yo volé detrás de Nadia que cada vez iba más y más rápido. Dimos alrededor de quince vueltas por los alrededores y ninguna de las dos parecía estar cansada. Amalia corriendo como fiera tras su presa y Nadia huyendo por su vida. Se nota que la asustamos al llegar así frente a ella. De tanta carrera, terminé mareada.
- ¡Ahora verás! – exclamó Amalia.
Y tenía razón. De pronto sus piernas se movieron tan rápido como el sonido y alcanzó a sujetar a Nadia por la camisa. Como iba a mucha velocidad, perdió el equilibrio al agarrarla y las tres caímos y rodamos sobre el pasto.
Nadia quedó tumbada boca arriba, jadeaba por la carrera y estaba un poco asustada.
- ¿Q-qué quieren? – nos preguntó al recuperar el aliento.
Amalia se arrastró y se posó sobre ella. Su sonrisa hacía pensar que haría algo criminal. Se mostraba malévola y tenía los ojos firmemente abiertos con ambas cejas juntas sobre su nariz y arqueadas, como si fuera un dibujo del animé japonés. La sujetó fuertemente a los brazos y poco a poco acercaba su cara. Nadia estaba realmente asustada y a punto de gritar de histeria. Yo, mientras, me quitaba el pasto de la boca y trataba de ponerme en pie. Me aproximé a Nadia haciéndole el gran favor de quitarle a Amalia de encima. Lo hice con gusto y con mi pie. Una vez Amalia estuvo tendida boca abajo en el pasto sin cambiar su expresión facial, ayudé a Nadia a ponerse de pie.
- Gracias.
- Tania – le dije – Yo soy Tania y no te molestes en presentarte, Nadia. ¡Ah, sí! Y ella es Amalia. Encantada de conocerte.
- Bueno, otra vez gracias, Tania.
- No hay porqué darlas. – le respondí mientras ayudaba a Amalia a pararse.
- ¿Por qué me estaban persiguiendo?
- Queríamos conocerte – le contesté – Es que no tuvimos oportunidad en los recreos ya que estuviste siempre rodeada de cotorras.
- Sí, es verdad. Me hubiera gustado poder sacármelas de encima. No estoy acostumbrada a recibir tanta atención de los demás.
Su cara se tornó tranquila y amistosa de pronto. Me dio gusto de estar allí hablando por primera vez con ella.
Amalia, en cambio, se acercó a ella y comenzó a estudiarla como si fuera un espécimen de laboratorio. La rodeaba y la observaba detenidamente con la mano en el mentón. Le olfateó el cabello y la ropa.
- Ella…¿Qué tiene? – preguntó mientras Amalia le lamía una mejilla.
- Siempre es así. Te acostumbrarás una vez que la conozcas.
Amalia cerró sus ojos y puso una seria expresión. Caminó hacia mi lado con los brazos cruzados y se quedó allí un breve momento.
- ¡Es perfecta! – dijo - ¡Puede ser amiga de nosotras!
- ¿Qué? – exclamó Nadia atónita
- ¡Bienvenida al clan! – le dijo sujetando su hombro - ¡El grupo de las terminadas en “ia”!, ¡Sí, tenemos otra miembro!
Mientras ella saltaba de felicidad ante la expectación estupefacta de nosotras, yo explicaba a Nadia lo que en realidad quiso decir Amalia. Lo tomó mejor de lo que esperaba y aceptó con gusto nuestra ofrenda de amistad.
- Sí, por supuesto. Me encantaría ser amiga de ustedes.
- ¡Qué bueno! – exclamé – Pero te advierto sólo una cosa – me acerqué a su oído y le susurré - ¡Nunca hagas enojar a Amalia!
Ni siquiera preguntó por qué. Debe haber comprendido de inmediato cómo es cuando se enoja en serio. Era obvio, después de haber visto y sentido en carne propia su extraña y explosiva personalidad.
- ¡Como sea! ¿Por qué tienes el cabello tapando así tu ojo?
Ella cambió radicalmente de expresión con aquella pregunta. Su cara se tornó muy seria y sus ojos reflejaban una tristeza acumulada.
- Es muy temprano para que sepas eso – me contestó sonriente - ¿No crees que es hora de almorzar?
Cambió abruptamente el tema, pero no quise insistir…por ahora.
- ¿Qué les parece si te invito a comer?
- Por mí encantada, gracias.
- ¿Y tú, Amalia, quieres acompañarnos a almorzar?
Ella paró de correr y respondió opacada por todo el polvo que levantó.
- ¡Sí!
- Pues vamos a mi casa – dijo Nadia acomodándose la mochila en la espalda –. No queda muy lejos de aquí.


Nos llevó a una villa de casas de dos pisos muy bien construidas y bien bonitas. Según me contó Nadia, estas casas no tienen más de tres años y que cuando recién se construyeron su precio era de cuatro millones de pesos, pero que ahora su precio se elevó hasta los veinte millones. No era para tanto, no tenían esqueleto de oro o de plata para que costaran veinte palos, pero así es como funciona el negocio inmobiliario y yo no me meto con la mente jodida de los empresarios. En fin, cada una de las casa tenía una fachada diferente. Color, plantas o completamente cubierta de cemento o cerámica. En algunas la vegetación era abundante y en otras, tan precarias como calle del centro. Su casa estaba a la vuelta de tres pasajes. Se entra por la arteria principal, se dobla hacia la derecha en el penúltimo pasaje. Luego a la mitad de éste, virar a la izquierda y se llega a una pequeña plaza, donde se la atraviesa diagonalmente para seguir derecho por un pasaje que empieza justo allí. Se camina para adentro unos dos o tres minutos hasta llegar a una casa con plantas y cubierta de cerámica en el antejardín. De color amarillo y la puerta y los marcos de las ventanas de color púrpura. Tenía a un costado un árbol tan grande que una de sus ramas cubría la casa en un costado. Había un vehículo, más bien un furgón.
- Esta es – nos indicó para que Amalia dejara de rezongar.
Tocó la puerta y fuimos recibidas por una mujer de pelo castaño tan largo como el de Amalia y de ojos del mismo color. Era alta y daba la impresión de ser muy madura, demasiado. Su cara aún conservaba las líneas de la juventud, aunque su mirada decía lo contrario. Estaba de buen humor cuando nos recibió y nos saludó a cada una con una sonrisa. Al entrar, nos ofreció un poco de jugo de naranja y, al asentimiento de todas, se perdió de vista en la cocina.
- Tu madre parece ser buena gente. – le comenté a Nadia.
- No lo parece, lo es. – me afirmó Nadia. Yo no sé porqué dentro y muy escondido en aquellas palabras se hallaba una profunda tristeza.
Su madre volvió al breve instante trayendo una bandeja con cuatro vasos llenos de jugo de naranja.
- Aquí tienen, niñas – dijo dejando la bandeja sobre la mesa de centro – Sírvanse a gusto.
Prendió la radio con un vaso de jugo en la mano y colocó el disco que Nadia le indicó de la pila que estaba a un costado del equipo. Parecía un centenar a simple vista.
- Es una colección de toda una vida en música del cine – nos explicaba Nadia – Tenemos desde películas de Chaplin hasta los últimos estrenos de este año. Mis favoritos son las bandas sonoras compuestas por Danny Elfman en las películas de Tim Burton. Sobre todo la que compuso para The nightmare before christmas, o como le pusieron aquí, El extraño mundo de Jack.
- Sí, también vi y me gusto mucho esa película – agregué - ¿Cuál estamos escuchando entonces? Me parece conocida.
- Es de la película El joven manos de tijera, también de Tim Burton.
- Como que te gusta ese director de cine.
- Sí. No sé que sería de mí si no viera sus películas.
Yo apenas llevaba unos sorbos bebidos al igual que Nadia, pero en cambio Amalia se saboreaba los labios porque se lo tomó todo de una sentada. ¿Cómo será cuando empiece a beber alcohol si sigue tomando de esa manera?
- ¿Quieres más? – le preguntó la señora.
- Sí, gracias. – respondió ella entregándole el vaso vacío.
Ya sintiéndome en confianza comencé a hacer un recorrido visual por la casa. Me sorprendió más que la colección de música la enorme cantidad de libros que tenían. Había tres bibliotecas en la casa y todas estaban repletas. Libros de cubiertas muy rústicas, antiguas, modernas y otros sin portada que lo proteja. Algunos, que parecían ser más importantes que el resto, estaban dentro de unas cajas de plástico transparente y cerrado con llave. Antes había visto colecciones grandes, pero nunca como la que estaba presenciando ahora, y los dueños de ellos no los habían leído todos, pero en eso estaban, según me decían.
- ¡Qué enorme cantidad de libros! – comenté - ¿Los has leído todos?
- ¡Ojalá! – me contestó – Sólo he leído unos veinte. Mi padre es el que los ha leído todos esos y los que están guardados en el ático.
- ¿Cómo? ¿O sea que hay más?
- Sí. Como unos mil más, creo.
Eso sí que era increíble y más aún el hecho de que su padre los haya leído todos. Yo contabilizaba al ojo unos cuatro mil libros en aquellas bibliotecas.
- ¡Nadia!, ¡Hija, has llegado y no me avisaste! – exclamó una voz detrás de mí.
- ¡Ah! Hola, papá.
Me volteé y vi a un hombre no muy viejo, parecía ser de cuarenta años más o menos, con unas cuantas canas en su cabello de color negro. Sonriente y de mirada tranquila iba sentado en una silla de ruedas. Algo peculiar era que tenía el mismo color de ojos que Nadia, aunque eso no era sorpresa ya que él era su padre.
- Hola, señor. – saludé estrechando su mano que el me extendió.
- Nadia, para la próxima avísame que vas a traer amigas de visita a la casa. Sabes que me gusta recibir a la gente como se merece.
- Claro, papá. Lo haré para la próxima.
- ¿Cómo te llamas, niña de ojos rosados? – me preguntó con una cándida sonrisa.
- Tania, señor. Y ella – apunté a Amalia – es Amalia.
- Buenas tardes, caballero – saludó ella – Gracias por esta agradable hospitalidad suya.
Además de loca, siempre ha sido una chupamedias.
- De nada – respondió él – Ahora, si me disculpan, tengo trabajo importante que hacer y estoy un poco atrasado.
- Demasiado, diría yo – dijo su esposa trayendo el jugo para Amalia – Tenías que haberlo terminado hace dos días.
- ¡Lo sé, lo sé! – exclamó un poco molesto – Por favor no hagas una escena con invitadas aquí. Es desagradable para todos.
Se largó ha una habitación cercana seguido de su mujer que le ayudó a movilizarse.
- No quiero parecer entrometida, pero ¿Cuál es la profesión de tu papá?
- Es escritor y novelista.
- ¿En serio?, ¡Vaya!, ¿Y que libros ha escrito?
- Un tercio de aquella biblioteca son obras de él.
- ¿Todas esas? Pero si son como unos trescientos libros.
- Sí. Es que desde que está en silla de ruedas tiene mucho tiempo para escribir.
- Me imagino que debe de ser famoso internacionalmente.
- Gracias a mi madre. Ella se ha encargado de editar sus obras y distribuirlas por todos lados, haciendo en conjunto la publicidad.
Yo había terminado de tomar el jugo y Amalia ya se había zambullido su segundo vaso. Nadia dejó el suyo sobre la mesa y se dirigió a la cocina.
- Me pregunto a qué hora darán el almuerzo. – murmuró Amalia masajeando su abdomen – Tengo demasiada hambre.
- Tanta como para comerte la mesa, ¿No? – agregué – Deberías ser un poco más paciente, Amalia. Nosotras estamos aquí invitadas por alguien que recién conocemos, por lo que debemos causar una buena impresión.
Esperando allí en la sala y para calmar mi curiosidad, me dirigí a una de las bibliotecas. Era la que Nadia me había señalado y que tenía los libros de su padre. Noté al instante cuales eran aquellos libros por su cubierta que no parecían tener antigüedad. Eso si los comparo con los que estaban adjuntos que, por el olor y portada, concluí que eran ediciones de más de cincuenta años. Uno de tantos me llamó particularmente la atención por su color negro y letras moradas en el lomo. Se llamaba: “Relámpagos de noche oscura”, y estaba firmado por el padre de Nadia; Tomás Espectre. Leí el primer capítulo con mucha atención. Esas palabras, tan fuertes, profundas y misteriosas, cayeron muy adentro de mí. Era como si alguien más en la sala me hablara nítidamente al oído. Susurrando suavemente y transportándome hacia otro espacio y tiempo.

“¿Se habrán dado cuenta de la naturaleza de los relámpagos? Si es así, comprenderán cómo los siento dentro de mí. Es como una persona: impredecible, hermosa y mortal. Nunca sabes cómo reaccionará alguien que no conoces. No sabes qué dirá, qué hará o incluso y más desconocido aún: qué piensa. Lo único que ves es un cuadro de ella. Una imagen impresionista que te dice sólo lo que logras interpretar. Pero una pintura siempre guarda en sus ya secas pinceladas un mensaje, una historia, un secreto que no todos pueden ver o escuchar. Las personas son exactamente iguales, pero su diferencia radica en que una persona…traiciona.”

Eso era el primer párrafo, no se impacienten, el resto más tarde lo leerán. No me di ni cuenta cuando Nadia volvió y me sacó de mi baño de imaginación.
- La comida está lista, Tania. – me dijo – No querrás dejarla enfriar, mi madre no te lo perdonaría jamás.
- ¡Sí, comida! – exclamó Amalia corriendo hacia la cocina - ¡A comer se ha dicho!
La mesa estaba pasando la cocina en otra habitación, la cual era una ampliación utilizada como comedor. Todos los platos tenían lo mismo: carne de hígado con ensalada de lechuga con papas.
¿Alguna vez has leído o has escuchado hablar sobre el manual de Carreño? Si el caso es afirmativo, sabrás una que otra cosa sobre modales en la mesa, ¿No? Pues, si eres fanático de aquellos temas, te habrían dado ganas de golpear a Amalia. Apenas nos sentamos en la mesa, ella tomó el tenedor y comió como fiera muerta de hambre. Bebió unos tres vasos de bebida al seco y, por suerte, aguantó unos eructos. Yo me cubría la cara sintiendo vergüenza ajena mientras la familia de Nadia la miraba incrédula.
- ¡Muy rica su comida, señora!, ¡Gracias! – dijo limpiándose la boca con una servilleta.
- No hay porqué darlas, Amalia – contestó la madre de Nadia sosteniendo el tenedor con un trozo de carne ensartada. Todos han estado iguales, con el tenedor en su mano sin probar bocado todavía.
- Por cierto – incité para que dejaran de ver a Amalia – Estuve viendo esa enorme colección de libros que tienen y quedé encantada por la diversidad de ejemplares, sobre todo con los que ha escrito usted, señor Espectre.
- Ya veo – dijo él – Te lo agradezco, Tania. ¿Te interesó uno en particular?
- Sí, señor Espectre. El que se llama Relámpagos de noche oscura.
El dibujó en su rostro una sonrisa apagada con aquella respuesta.
- Tienes buen gusto – pronunció al fin -. Ese fue el primer libro que escribí y el séptimo en publicarse. No sé que le encontraron de malo en la casa editorial, según mi propia hija y esposa, es excelente.
- Tu conoces a mi jefe cariño – agregó su esposa – y sabes cómo es con el material nuevo que recibe. Según me dijo, con esa cara tan seria que tiene: - y antes de proseguir, ella junto sus manos en su mentón e hizo una mueca de viejo cascarrabias – Ese libro es demasiado sádico y muy fuerte de contenido para la gente. Si quiere que lo publique, deberá alterarlo profundamente. Dile que la historia está bien, pero su forma de narrar es muy oscura y tú sabes que no me gusta ese estilo de narrativa.
- Pero de igual manera tú lo publicaste sin que el viejo se enterara.
- Así es, querido. Y en apenas tres días después de haber salido a la venta, se convirtió en un Best Seller y fue aclamado por el público y los críticos internacionales.
- Si quieres te lo puedo prestar, Tania.
- Me encantaría, señor. Gracias.
En verdad esperaba que llegáramos a esa parte de la conversación. Evidentemente Amalia casi no pronunció palabra durante esta visita porque ella siempre me deja ese trabajo a mí. Ella tiende a actuar tal como es cuando la atmósfera comienza a serle más familiar y confiable. Pienso que debe de tener miedo a que los demás la rechacen debido a su extraña personalidad y por eso se queda tan tranquila y callada cuando está con gente que no conoce.

Eran como las seis de la tarde cuando salimos de casa de Nadia. Nos despedimos de ella y sus padres y le dijimos que desde mañana nos juntáramos en los recreos todos los días. Como lo pensé, aceptó. Caminaba mirando el libro que me prestó el señor Espectre en mis manos. Amalia corría alrededor mío en círculos como si pretendiera volar. Fue así que me acordé como si un rayo me hubiera cruzado la cabeza.
- Amalia, ¿Le avisaste a tus padres dónde estabas?
Ella se detuvo en seco con los brazos extendidos. Ambas sentimos lo mismo al mismo tiempo. Entonces sin perder ni un segundo más, corrimos cada una por su camino hasta la casa. Era de esperarse que Amalia llegara primera a su casa, pero ustedes saben que en situaciones de peligro, cuando el cuerpo está en alerta o cuando uno tiene un miedo extremo, las glándulas suprarrenales segregan adrenalina, y gracias a esta hormona me demoré tan sólo cinco minutos en llegar a mi casa, sin aliento y desmayarme en la puerta.
Me despertó mi hermano arrojándome agua helada en la cara.
- A la hora que vienes llegando, Tania – dijo muy serio -. Tú sabes lo frenéticos que se ponen nuestros padres cuando haces cosas como ésta.
- No te metas – le dije entrando en la casa. Pensaba que estaba a salvo porque mis padres habían tenido que salir ese día por un asunto entre mi hermano y la dirección de su colegio. Según mis diarios, esa llamada a los padres era un nuevo record para él que apenas comenzó las clases ayer.
- ¡Tania!, ¡Se me olvidó decirte una cosa, Tania! – me gritaba mi hermano desde fuera.
- ¿Qué cosa? – le pregunté con el aliento seco que tenía de tanto correr.
- Cambiaron para mañana la citación para nuestros padres a mi colegio, Tania, por lo que ahora están aquí.
Sentí el hedor a tabaco entrar poco a poco por mi nariz. El olor a alcohol me erizaba los cabellos y con sólo oír aquellas voces, sentía que mi mundo se acababa tan rápido como un suspiro.
- ¡Tania!, ¿Dónde has estado, caramba?, ¡Estábamos muy preocupados por ti! – y más bla, bla, bla. Mientras caía al piso poco a poco y apoyada en la puerta, ellos no dejaban de retarme.


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Lalalalalala...así va la cosa. Pero ahora, lectores bloggeros, tengo unas preguntas para ustedes que tuvieron la enorme paciencia de leer esto (agradecido estoy):

1- A pesar de que dejé claro la edad de Tania, ¿se asemeja al "yo narrador"?
2- Saben que Tania narra todo esto, pero ¿hay femeneidad en el relato, en las palabras? (no piensen en doble sentido, me refiero a que si se nota que la "voz narradora" es una niña).
3- ¿Qué alterarías, mejorarías, quitarías, etc? (cualquier consejo sirve a la hora de editar).

Si leyeron y respondieron, muchas gracias. Si les gusto, avisen y subo el tercer capítulo en borrador...


(¡Oh! Interesante....)


See ya!!