lunes, 26 de diciembre de 2011

Parasomnía

¿Qué les puedo decir? Ha pasado casi un año desde la última vez que subí algo aquí y a pesar de que me han llenado de spam algunos post, no puedo borrar este blog.





Pero bueno, hasta hace no mucho comencé a escribir una historia para un trabajo en la universidad. La tuve que dejar de lado porque estaba saturado de trabajos y recién hoy la pude retomar. Se llama "Parasomnía" y aún la historia no me es todo clara, pero si creo que será larga. Aquí les dejo parte del primer capítulo en borrador. Disfruten.


Capítulo Uno

Tinieblas


-1-


Zonas ascuas, calles sin vigilia y luces que no abordaban más que el triple de su fuerza. Las sombras invadían lo demás. Las estrellas eran inservibles a pesar de su luz. Parecían toscos puntos amarillos sin vida.

Estaba desierto. En plena noche.

A pesar, ruidos lejanos erizaban los cabellos. Eran indescifrables.

Pero caminaba, a pesar de todo, adelante siempre...aunque muerto de miedo.

No sabía porqué, no sabía cómo. Sólo terminó allí caminando. No recordaba nada más y eso empeoraba su estado. La ausencia de brisa y los sonidos siniestros casi inaudibles le obligaban a rogar salir de allí, despertar, morir, lo que fuese primero.

Llegó hasta la mitad de la calle y un ruido seco lo paralizó. Fue cercano, demasiado, y a sus espaldas. Ahogando un grito, giró lentamente sobre si. Unas ramas secas estaban entre una larga cerca de barrotes metálicos. Pensó que podría ser el viento. Entonces vio un movimiento y sintió la repetición del sonido.

“Las ramas”, pensó aliviado.

Entonces captó que no había viento y se estremeció. Las ramas se movían más violentamente y los ruidos se incrementaban. Unas cuantas ramas se rompieron dejando en su lugar un gelatinoso tentáculo negro. El pequeño estaba en shock. No podía moverse. Sus pupilas hundidas y una marca húmeda en sus pantalones revelaban su estado. El miedo era parte de él y hasta él estaba aterrado.

Los tentáculos se multiplicaron y se enredaban en la cerca. No podía ver el final de la cerca pero los tentáculos caían sobre ella y la cruzaban. Un enorme montículo negro se abalanzó sobre ella son furia. El pequeño saltó. Estaba a punto de llorar de terror. La bola golpeó dos veces más hasta derribar la cerca. Los enormes barrotes cayeron pesadamente. Los tentáculos se enroscaron sobre si y levantaron junto a la mole negra. Dos bolas blancas aparecieron de sorpresa. En ellas, un grotesco espiral rojo se movía hipnóticamente. El niño los miró directamente y por un segundo olvidó todo el miedo y las ganas de llorar.

Estaba tranquilo.

El boulbor aprisionó al niño entre sus tentáculos y comenzaba a asomar sus agujas rojas para inyectar su veneno. La escena le obligó a maldecir. Otra vez había llegado tarde.

- Pero no tanto – se dijo.

Corrió hasta el boulbor sacando su espada. Sus ojos brillaron en tonos carnívoros ante la escasa luz y cortó los tres tentáculos que sostenían al niño. Ella lo cogió en brazos y corrió unos metros alejándose de la ira del boulbor herido.

Con sus dedos en la boca silbó en un tono muy agudo. El boulbor se estremeció ante el ruido y se enfocó en su agresora. Ella aguardó ante el inminente ataque, dando la espalda al niño acostado en el suelo y con su espada en ambas manos.

Sonrió ante la bestia.

El boulbor estiró sus tentáculos abriéndolos y dejando ver sus siniestras agujas rojas. Antes de tocarla, una enorme bestia surgió de la nada y derribó al boulbor. Lo lanzó de un fuerte golpe contra los árboles secos.

El niño abrió levemente los ojos. Ante él se alzaba un enorme animal en forma de lobo. De color gris plateado cuyo pelaje formaba tenues sombras que lo acariciaban y rodeaban. Sus ojos rasgados y rojo brillante denotaban toda su furia. A su lado vio la silueta de una niña delgada y blanca con una relampagueante espada en sus manos. Corrió con furia hasta perderse entre unas sombras.

Intentó moverse y un punzante dolor lo detuvo. Fuertes calambres lo agobiaban. No podía gritar, el dolor apagaba hasta su voz y devoraba todo su ser.

Svajoné saltó sobre la bestia cortándole cinco tentáculos de un golpe. Al tocar el suelo, saltó en una elegante pirueta a cubierto y se puso en guardia. Sabía exactamente dónde atacar, pero el boulbor no ofrecía oportunidad para acertar el golpe.

- Vamos – susurró Svajoné.

El boulbor se alzó. Reemplazó sus tentáculos cercenados y rápidamente se lanzó sobre Svajoné. Ella rió por lo bajo y saltó milésimas antes que la bestia la embistiera. Dando una pirueta mortal con total gracia, apuñaló uno de los ojos de espiral del boulbor. Su impulsó movió el ojo hasta el suelo donde pudo liberar la espada y cubrirse del ácido que expulsaba. El suelo se desintegró hasta formar un profundo poso lleno de oscuridad. La bestia se retorcía de dolor y su único ojo giraba su espiral frenéticamente enfocada en Svajoné.

- ¡Varg! – gritó.

El lobo embistió al boulbor por la espalda proyectándolo hacia Svajoné. Fue tal la sorpresa que no alcanzó a mover su único ojo y quedó fijo hacia el filo de la espada. Svajoné lo apuñaló rápidamente y saltó sobre la criatura partiendo el ojo en dos. El boulbor se estrelló contra unas gruesas y agrietadas paredes de gran altura. Chorros de sangre verde y negra salían de su cuerpo. El ácido caía de su ojo perforando la pared. Se retorcía con violencia y su chillido provocaría dolor en cualquier oyente. Svajoné estaba acostumbrada, su ruido no la afectada en lo absoluto.

Segundos después, el boulbor murió. Su cuerpo se pudrió al instante dejando un fétido charco negro-verdoso en su lugar. Burbujas con gas metano reventaban en él. A pesar de estar muerto seguía siendo peligroso.

Era sólo veneno.

Svajoné guardó su espada. Suspiró ante el alivio de otro boulbor muerto. Llamó a Varg y acarició su hocico.

- Este era uno pequeño – dijo -. Pero igual hizo daño el muy maldito.

Se acercó al niño. Estaba pálido e inconciente. Svajoné sabía qué significaba. Sus labios violetas lo decían todo: el veneno del boulbor estaba actuando. Rajó su camiseta sólo para ver su pecho que se contraía con violencia dejando ver en cada contracción unos pequeños tentáculos que se movían en su interior.

- Se transforma – susurró.

Volteó a mirar el burbujeante charco negro.

- Maldito.

Cerró los ojos y aspiró profundamente. Sabía qué tenía que hacer. Era terrible, pero necesario. Muy necesario. Ya existían muchos monstruos así en el mundo como para dejar crecer uno más. Debía hacerlo ahora o enfrentaría otra lucha.

- Varg – murmuró. El lobo alzó sus orejas y se saboreó sus afilados colmillos -. Comételo.

El lobo abrió su enorme hocico y devoró al niño en dos crujientes y sangrientos bocados. La sangre caía en tres tonalidades. El veneno había actuado muy aprisa.

Svajoné dio un pisotón furiosa. Las luces se apagaban y unas grietas cubrían todo el lugar, hasta el mismo cielo, desgarrando el entorno como papel.

La oscuridad se hizo presente y unos fuertes vientos los transportaron lejos a su hogar.



-2-

Svajoné estaba frustrada. No era el primer infante que perdía en su vida, pero siempre era horrible. A veces creía ver las expresiones de los padres que encuentran a su hijo o hija fríos como el hielo por la mañana, sin una gota de sangre en sus pequeños cuerpos. Quería sentir algo más por ellos que rabia por si misma, pero no podía. Había olvidado cómo hacerlo. Y sabía que aunque recordase, su cuerpo no la ayudaría.

Subió las escaleras de caracol hasta su habitación. Varg descansaba abajo, en la sala. Lamía sus labios y se limpiaba los dientes aún con rastros de sangre. Svajoné dejó su espada en su armario. Debía limpiarla antes de la siguiente noche pero podía esperar. Estaba agotada y muy desanimada para mantener su fría rutina. Se quitó la ropa y se situó en su signo dibujado en el centro de la habitación. Abrió sus brazos moviendo sus manos al son de una música ausente. Inclinó la cabeza hacía atrás para recibir un haz de luz azulada en su cara. La luz la levantó del suelo y, cómodamente, la dejo paralela a éste. Cruzó sus brazos sobre su pecho y dio un último respiro.

Se durmió profundamente.

Varg estiró todas sus patas mientras las sombras sobre su pelaje lo envolvían en un negro absoluto. Cerró los ojos y se acostó sobre su suave alfombra.

Sonreía complacido y satisfecho.


.....

Bueno, hasta ahí. Me queda mucho que escribir.

3 comentarios:

Manto Solar dijo...

Cada vez que creo que haz muerto, resurges de las sombras... y además te descubro en otras dimensiones (me acabo de topar con tu canal de YT). Como ya es costumbre, no voy a leer tu publicación ahora, pues casi son las 3 de la madrugada, pero prometo hacerlo y volver a comentar cuando suceda.

Saludos desde México.

HammyLee dijo...

querido amigo mio. como te extraño

Unknown dijo...

Aun sigues con vida?
Soy el hermano de la de arriba >XD