"La Ciencia de los Sueños", la nueva película de Michael Goundry, se estrenará en abril en Chile, y los fanáticos ya cuentan los días (yo igual). Por ello, se ha abierto un concurso de nanometrajes con el tema de "sueños", los cuales deben de realizarse con la técnica "Stop-Motion". Bases en esta web: www.zona.cl. Por ello, hablamos entre K, The Puzzler y yo para participar. Por ese entonces estábamos en una sequía creativa así que no dejamos nada en concreto. Ahora, conversando con The Puzzler, me dijo que se le ocurrió una idea (la cual no os daré) y le propuse que la hiciera. Mientras leía su idea, se me vino a la mente un dibujo que hice en la Enseñanza Media y, cambiándole algunos detalles, cree una posible historia a contar en 30 segundos. Pero cuando la terminé de escribir, noté que era más para un corto de animación que de Stop-Motion.
Pero eso no me importó.
Entonces, decidí dejarlo como un cuento y luego pasarlo a un comic. Hice lo primero, lo segundo está en proceso.
Por mientras, lean el cuento....
Pero eso no me importó.
Entonces, decidí dejarlo como un cuento y luego pasarlo a un comic. Hice lo primero, lo segundo está en proceso.
Por mientras, lean el cuento....
Ella avanzaba, el camino se armaba y miles de ojos la contemplaban sin parpadear. Pieza por pieza, el camino se ensamblaba. Bajo él, el vacío. Sobre él, ella caminado y mirando a su alrededor esperando que algo saltase al camino.
Oía aves volando, sus graznidos, pero sólo veía luces fugases ir de aquí para allá en una discordinada y amenazante danza. Mientras los observaba, cayeron al camino.
Eran tres, articulados, sin hilos. Marionetas de madera de tres metros, sonrientes y discordes en sus movimientos. Se le acercaron y trataron de cogerla. Ella corrió asustada en sentido contrario. Pero se detuvo en seco al ver que las piezas caían al vacío. Era avanzar o caer. Caer o, tal vez, morir en manos de marionetas de madera.
Pero no se movió, se quedó quieta y atormentada. Ellos se acercaban en unísonos pasos. Así fue que pisaron una pieza al mismo tiempo y la desprendieron de su lugar. Perdieron el equilibrio y cayeron al vacío.
La pequeña dio un respiro de alivio y reinició su marcha. Mas no pudo seguir porque el camino ya no se armaba. Se quedó detenida al borde el camino, mirando las luces fugases del cielo.
Y una de esas luces aterrizó a sus espaldas. Volteó y vio al ave más impresionante del mundo. Inmensa e imponente. De fuertes colores y un aura como aureola boreal a su alrededor. El ave era de fuego, cambiante y sin color definido. Abrió su pico y expulsó llamas. Quemaban el camino y luego llegaron a sus pies. Subieron por sus piernas y terminaron en la punta de sus cabellos. Estaba envuelta en llamas. Se quemaba, pero no lo sentía.
El ave dio otro soplido y esparció las cenizas al viento.
Sus ojos bien abiertos, su sien sobre su puzzle de mil piezas en el suelo y sus cabellos tapándole la mitad de su rostro… ¿Se quedó dormida? No tenía idea, pero sí hambre. Se levantó y contempló su puzzle a medio terminar. Tomó las piezas sobrantes y las pegó una por una en la pared. Las piezas, del tamaño de una mano, se encajaban hasta formar una puerta. La empujó son fuerza y ésta se abrió.
Al cerrarla todas las piezas terminaron otra vez en el suelo.
Oía aves volando, sus graznidos, pero sólo veía luces fugases ir de aquí para allá en una discordinada y amenazante danza. Mientras los observaba, cayeron al camino.
Eran tres, articulados, sin hilos. Marionetas de madera de tres metros, sonrientes y discordes en sus movimientos. Se le acercaron y trataron de cogerla. Ella corrió asustada en sentido contrario. Pero se detuvo en seco al ver que las piezas caían al vacío. Era avanzar o caer. Caer o, tal vez, morir en manos de marionetas de madera.
Pero no se movió, se quedó quieta y atormentada. Ellos se acercaban en unísonos pasos. Así fue que pisaron una pieza al mismo tiempo y la desprendieron de su lugar. Perdieron el equilibrio y cayeron al vacío.
La pequeña dio un respiro de alivio y reinició su marcha. Mas no pudo seguir porque el camino ya no se armaba. Se quedó detenida al borde el camino, mirando las luces fugases del cielo.
Y una de esas luces aterrizó a sus espaldas. Volteó y vio al ave más impresionante del mundo. Inmensa e imponente. De fuertes colores y un aura como aureola boreal a su alrededor. El ave era de fuego, cambiante y sin color definido. Abrió su pico y expulsó llamas. Quemaban el camino y luego llegaron a sus pies. Subieron por sus piernas y terminaron en la punta de sus cabellos. Estaba envuelta en llamas. Se quemaba, pero no lo sentía.
El ave dio otro soplido y esparció las cenizas al viento.
Sus ojos bien abiertos, su sien sobre su puzzle de mil piezas en el suelo y sus cabellos tapándole la mitad de su rostro… ¿Se quedó dormida? No tenía idea, pero sí hambre. Se levantó y contempló su puzzle a medio terminar. Tomó las piezas sobrantes y las pegó una por una en la pared. Las piezas, del tamaño de una mano, se encajaban hasta formar una puerta. La empujó son fuerza y ésta se abrió.
Al cerrarla todas las piezas terminaron otra vez en el suelo.
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